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Los agresores sexuales no buscan placer sino reafirmar su poder

El psicólogo clínico y forense Carlos Ávila Benito lleva 22 años tratando con agresores sexuales y sus víctimas en el Instittuto de Medicina Legal del Distrito Fiscal de Junín. Aquí su diagnóstico de la violencia sexual contra mujes y menores de edad, de alta incidencia en el departamento de Junín. 

Psicólogo forense Carlos Ávila: la cultura del machismo es la causante de las agresiones sexuaes a menores de edad. La solución: educación a todo nivel.

Un dato escalofriante. El mayor número de víctimas del delito de violación sexual en Junín son menores de edad: 73 de cada 100. De ellos, el grupo etario más afectado son los menores de 11 a 14 años, seguidos de los de 15 a 17 años y en tercer lugar los menores de 10 años. Esas son las cifras que arroja un consolidado de cinco años, de 2011 al 2015, de los delitos de violación sexual juzgados en la Corte Superior de Justicia de Junín; y que fue elaborado por la Mesa de Concertación para la Lucha Contra la Pobreza de esta región.

El mayor número de las agresiones sexuales contra menores de edad —456 casos— fueron ventilados en la sede judicial de La Merced, seguido de la sede Central, ubicada en Huancayo, con 439 casos, como puede observarse en el cuadro adjunto. La información se complementa con la estadística de los Centros Emergencia Mujer (CEM), según la cual, el 72% de las víctimas de violencia sexual son mujeres menores de 18 años .

¿Por qué los niños y adolescentes son los más afectados de las agresiones sexuales?

«Porque son los más vulnerables a todo tipo de peligros», responde el psicólogo forense Carlos Ávila Benito. «El peligro hoy —explica—, que se presenta con mayor frecuencia, son las agresiones sexuales».  Tal vulnerabilidad se refleja en las características físicas y psicológicas de los menores de edad: «son personas que tienen menos fuerza para defenderse, menos posibilidad de comunicación y de encontrar redes para expresar que están siendo agredidos; son sujetos de ser más fácilmente persuadidos, engañados, manipulados; muy fácil de presionarlos emocionalmente, de chantajearlos»

Hace 22 años que Ávila se desempeña como psicólogo forense en el Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público, en el Distrito Fiscal de Junín: a diario trata con víctimas de delitos sexuales, sus agresores y sus familiares; estos últimos que deberían ser —sí, deberían pero no lo son— los agentes protectores de los niños y adolescentes. «El agente protector fundamental es la familia», dice el psicólogo. Y cuando hay comunicación entre sus miembros, se genera un clima de confianza en el que todos tienen la posibilidad de expresar sus emociones y pensamientos y se convierte en un sistema de protección. Pero a menudo las familias de los niños y adolescentes víctimas de agresión sexual no cumplen ese rol y devienen en un elemento adicional de vulnerabilidad.

«Cuando a los niños se les evalúa —detalla el experto— ellos no avisan inmediatamente de haber sufrido la agresión, sino después de mucho tiempo. Cuando uno indaga la razón, es porque tienen temor a que no le crean, a que los miembros de la familia les echen la culpa o respondan con algún tipo de violencia. Por eso los  niños avisan a otros elementos de soporte, como los docentes en sus centros educativos; a sus amigos».

Mil 187 menores de edad han sido víctimas del delito de violación sexual, informa la Corte Superior de Justicia de Junín.

¿Por qué no les creemos?

Porque tenemos el mito de que los niños tienen fantasías, inventan cosas. Pero no pueden inventar cosas de carácter sexual. Es muy raro. Además tenemos que aprender que cuando los niños han sufrido algún tipo de agresión no solo lo expresan en forma verbal, sino a través de sus comportamientos y su cuerpo; en forma somática. Cuando ven que un niño cambia un comportamiento progresiva o abruptamente, tiene que ser una señal de alerta para los papás.

Diagnosticado así, la familia tendría que ser el sujeto de intervención de las políticas públicas para reducir la violencia sexual

La tendencia mundial de abordar los casos de agresión sexual desde un nivel preventivo, es el trabajo sobre los agentes socializadores, es decir, la familia: sus miembros deben saber que tienen que volverse sistemas protectores. Lo primero que la familia debe hacer cuando un niño o adolescente dice que ha sufrido algún tipo de agresión, sea física, verbal o sexual, es no poner en duda su versión.

¿Los agresores sexuales saben que no van a ser expuestos?

Saben la condición de vulnerabilidad de su víctima. Y ese es uno de los factores por las cuales agreden: no a cualquier persona sino a las que están en estado de vulnerabilidad sean niños, adolescentes, jóvenes, adultos o ancianos; por su condición física, de edad o de circunstancias como una persona ebria. Ahí atacan. También ponen a (sus víctimas) en un estado de vulnerabilidad: los dopan, usan sustancias químicas…

¿Cuándo es que para los agresores sexuales el niño o la persona vulnerable se convierte en su objeto de deseo sexual?

Teníamos antes la idea que de que los agresores sexuales eran unos pervertidos y su principal problema era sexual. Hoy sabemos que su principal característica es falta de información, de cultura, de personalidad y de poder. Lo que ellos fundamentalmente descargan y buscan no es el placer sino reafirmar su poder, su machismo, y lo hacen con personas vulnerables.

Entonces, la cusas mayor es el machismo

La cultura en la cual han sido criados. La pésima educación sexual que tenemos, sobre todo en nuestro país.

¿La solución o las soluciones?

La educación.

Machismo. Para el doctor Carlos Ávila el machismo es un fenómeno social; una cultura que lleva más de dos mil años. «La sociedad ha entablado formas de crianza, pautas de comportamiento en función a un género, en este caso del varón; a quien se le ha atribuido una serie de roles para perpetuar la especie y para generar esos valores lo hace bajo el modelo de la agresión y la violencia», explica.

Ávila es consiente que cambiar esos patrones culturales tomará tiempo, sobre todo las conductas violentas, que se aprenden a través de la imitación. Los primeros modelos a quienes imitamos los seres humanos, en los primeros años de vida, son nuestros padres. Ahí puede comenzar el cambio.

 

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